Gozo es el lugar idóneo para aquellos que quieren desconectar y recuperarse.
Históricamente, la isla siempre ha sido distinta a Malta, la isla principal; sus hitos, tradiciones, eventos y topografía diferentes han hecho de la isla un lugar distinguido a escala nacional y un destino turístico. Su baja densidad de población y su lento proceso de urbanización han ayudado a conservar la ventaja característica de la isla, que cautiva al turista que busca relajarse.
Se mire a donde se mire, el mar siempre está a tiro de piedra y la increíble costa de Gozo estimula locamente la imaginación: calas diminutas, playas de arena roja, bahías de color turquesa, extensiones de piedra caliza intercaladas con pequeñas salinas y majestuosos acantilados clavados en aguas cristalinas.
Aunque alberga muchos hoteles de buena calidad, Gozo también brinda la posibilidad de vivir la experiencia única de alojarse en una casona o una villa. La mayoría tienen piscina particular y suelen ser bonitas; anímese y reserve una casona rehabilitada de cuatrocientos años de antigüedad o una elegante villa rústica.
Las villas o casas de campo conceden intimidad y son más familiares que los hoteles. La mayoría de estas propiedades se encuentran en pueblos. Así, los turistas tienen la oportunidad de relacionarse con los vecinos y vivir al ritmo de la isla, disfrutando del ambiente isleño con tranquilos atardeceres, productos frescos, celebraciones religiosas y personajes pintorescos de la zona que siempre reciben a los turistas con una sonrisa.
La gastronomía es un aspecto importante de la vida diaria en Gozo. Al ser una isla fértil y accidentada rodeada por el Mediterráneo, Gozo es un lugar excelente para consumir productos sabrosos y saludables.
Hay una gran variedad de restaurantes que ofrecen tanto cenas elegantes como comidas más informales con platos tradicionales.
Gozo alberga algunos de los restaurantes más premiados de las islas y, con sus vistas pintorescas de puertos y bahías, no es difícil encontrar restaurantes en entornos espectaculares.
En Rabat, Mgarr y los pueblos pescadores de Marsalforn y Xlendi, entre otros, abundan los restaurantes.
Se pueden realizar excursiones gastronómicas en todo terreno para catar vino o probar aceite de oliva, por ejemplo. En octubre, el Olive Oil Harvest Festival (feria del aceite de oliva) acoge a los amantes de la gastronomía.
Los bares de los pueblos abren pronto para atender a los madrugadores y cierran entrada la noche para satisfacer las necesidades sociales de los visitantes y habitantes.